¿Ha nacido una nueva generación en la Democracia Cristiana? Seguramente es mucho decir, en las últimas semanas, luego de la debacle de las elecciones municipales que llevó a la Democracia Cristiana del segundo al tercer lugar, así es, el partido que lideró como los procesos políticos durante más de 40 años hoy pasa por uno de los momentos más difíciles de su historia.
Ante la crisis el partido necesita hoy más que nunca de una nueva generación capaz de retomar la senda que nunca debió perder y volver a representar las aspiraciones de miles de chilenos que aún aspiran a construir un nuevo Chile a través de los valores socialcristianos. Dicha generación debe afrontar la crisis partidaria con altura de miras y con las ideas plasmadas en el Congreso Ideológico del Partido, ideas que pese a haberlas enarbolado en un ambiente de unidad y confianza hoy, después de un año, han sido abandonadas a su suerte.
La generación de liderazgos que necesitamos no dice relación alguna con la edad de quienes la compongan sino con la capacidad de éstos para abandonar las antiguas prácticas y guiar a los democratacristianos y a Chile a sentirnos nuevamente orgullosos no solo de nuestra historia sino principalmente de nuestro presente.
Sin embargo veo con preocupación que quienes intentan liderar el partido para el futuro no han pasado por el proceso de reflexión que les permita abandonar sus vicios para entender que la Democracia Cristiana es un partido popular y democrático, esencialmente inspirado en el ideal de construir la anhelada sociedad comunitaria y por eso mismo contrario al neoliberalismo, ajeno a la creencia de un mercado omnipotente que todo lo maneja y opositor a los grandes grupos económicos nacionales se internacionales que vulneran los derechos de los trabajadores y se burlan de la gente. El Partido Demócrata Cristiano no es un principado y su base popular se siente claramente interpretada con la resolución del Congreso Ideológico en todas sus dimensiones ¿esta dispuesta la “generación Obama a liderar estas ideas?
Se deben acabar los gustitos personales, se debe entender de una vez por todas que no se puede ser dirigente político y/o partidario y participar a la vez o alternadamente en directorios de grandes empresas que se ríen día a día de los trabajadores como son las telefonías, las AFP, los bancos, las Isapres, etc. Chile nos quiere ver comprometidos con Chile y no con otros intereses, enfrentar las crisis con un compromiso público con la patria, con un Estado fuerte y garante del bien común que proteja a los más postergados y un mercado regulado para que la mano invisible no opere a favor de de unos por sobre otros como ocurre hoy en día.
Radomiro Tomic, Eduardo Frei, Bernardo Leighton y tantos otros próceres nos enseñaron que los cristianos entrábamos en política para acabar con las injusticias y con el (des)orden establecido, que estábamos en la vida pública comprometidos con un mundo nuevo inspirado en la solidaridad y no en el afán del lucro ni en el individualismo que día a día carcome con orgullo la dignidad de las personas y socava la moral social dejándola pisoteada bajo el egoísmo triunfante. La política es un compromiso de vida, una vocación de servicio público y no un hobby o una forma de pasar la vejez como suelen entenderlo muchos.
Tomás Moro definió Utopía no como lo imposible sino como lo que no existe, ¿abandonará la Democracia Cristiana la utopía que inspiro a miles en el pasado que confiaron en ella? ¿La nueva generación dirá no a los vicios del individualismo amparado en el neoliberalismo? ¿Volverá a comenzar pronto la lucha por alcanzar la sociedad comunitaria y la solidaridad como valor supremo de nuestras sociedades?
Respondamos pronto estas preguntas y si las respuestas son acertadas, la esperanza de construir un nuevo Chile seguirá representada en un partido, que sea la opción por los pobres y la voz de la clase media, no morirá jamás.