miércoles, 1 de junio de 2011


Editorial del Boletín "El Comunitario"



En las últimas semanas se ha discutido mucho respecto a la educación Superior, es un debate relevante y necesario, pero que si bien se ha centrado en aspectos relevantes como el financiamiento, la participación universitaria y la equidad en el acceso,  hay otros elementos que a nuestro juicio requieren mayor atención.

La reforma educacional de los 60 que comenzó en nuestra casa de estudios y se expandió por toda América Latina e incluso países de Europa, tenía objetivos y planteamientos que iban mucho más allá de los problemas cotidianos y domésticos de la realidad educacional, fueron propuestas revolucionarias pues cambiaron la forma radicalmente de percibir y concebir la universidad, y hoy, la crisis del modelo universitario que tenemos obedece a un problema precisamente de ideas, de la concepción que tenemos de una Universidad pública (y en nuestro caso también católica)  y cual es su sentido, lo cierto es que hoy las hemos reducido a productoras de mano de obra ilustrada y de profesionales muchas veces sin ningún proyecto.

Las universidades tienen el deber de hacerse cargo de un cambio de época significativo, el mundo no es el mismo de hace 10 años, el conocimiento se multiplica a pasos agigantados y éstas no han sido capaces de responder a esos nuevos tiempos, la investigación está esencialmente secuestrada por quienes las financian y su rol como reveladoras de la verdad casi ha desaparecido, en efecto, la conciencia crítica es casi imperceptible.

La situación no es menor, en la universidad se forma la elite intelectual que liderará el país en los diversos espacios por varias décadas, y la formación de ésta elite es determinante para definir la orientación que creemos debe tener la sociedad en el futuro, sin ir más lejos Ortega y Gasset se refería al estudiante de ésta universidad profesionalizante como “Ese personaje medio… el nuevo bárbaro, retrasado con respecto a su época, arcaico y primitivo en comparación con la terrible actualidad y fecha de sus problemas. Este nuevo bárbaro es principalmente el profesional, más sabio que nunca, pero más inculto también”. Inculto entendiendo la cultura no como el arte, la música o la mal llamada cultura general, sino que en palabras de Spengler, cultura como un modo orgánico de pensar y sentir, o como un sistema vital de ideas sobre el mundo y la humanidad.

Desde nuestra perspectiva entonces la Universidad tiene tres objetivos para ser considerada como tal:
I.       La transmisión de la cultura.
II.      La enseñanza de las profesiones.
III.     La investigación científica y educación de nuevos hombres de ciencia.

La universidad no solo forma e informa, también cuestiona y propone, ésta es parte y expresión de la sociedad y debe ser conciencia crítica en su proceso de transformación.

         Nuestro llamado es a seguir una conclusión evidente, no habrá un futuro distinto, más humano, justo y solidario, si no cambiamos este modelo de universidad, lo decimos con firmeza, NO HAY FUTURO, SIN REFORMA A LA EDUCACIÓN SUPERIOR