Estimadas
amigas y amigos, camaradas. Autoridades presentes. Familia Aylwin.
Hoy día nos encontramos enfrentando aquella situación inevitable,
la única certeza en la vida de una persona, aquello que sabemos que ocurrirá
pero que muchas veces nos negamos a asumir como una realidad, aún después de
haberse producido. Ha muerto un hombre bueno y que sin duda ha alcanzado el más
preciado anhelo, el de trascender y quedar en la historia, como hermano, padre,
abuelo y bisabuelo; como un profesor y académico destacado, como militante
comprometido con un partido y con un ideal, y como el hombre que, después de la
noche oscura, fue Presidente de todos los chilenos.
Sin duda, la figura del Presidente Aylwin representa una
generación distinta a la nuestra, que creció marcada por el anhelo de cambios y
transformaciones sociales del pueblo chileno. Fue Presidente de la Democracia
Cristiana cuando ésta no vacilaba en la tarea de sustituir el sistema
capitalista y que como señalaba su declaración de principios de 1957, se
proponía la tarea de liberación humana para impulsar el ascenso de las fuerzas
populares tendientes a transformar las estructuras de la sociedad. Fue
Presidente de la Democracia Cristiana en pleno Gobierno de Eduardo Frei
Montalva cuando la Revolución en Libertad estaba en marcha y era necesario
defender lo construido, tanto de quienes levantaban barreras, como de quienes
pretendían, dentro y fuera del partido, desconocer lo mucho que se había
avanzado sólo porque quedaba mucho por hacer.
Pero también fue una generación que vivió una creciente
confrontación ideológica que llevaría al país a perder la amistad cívica y el
camino del diálogo, y como consecuencia inevitable de ello, a perder la democracia
misma, el estado de derecho y el sistema constitucional, pero aún más
importante, el respeto por la dignidad de cientos de miles de chilenos.
Pero esa generación, no fue por ello una generación frustrada.
Los que sobrevivieron a la persecución, a la tortura, a la muerte, a la pena
misma de ver a su país sumido en la represión y el desánimo, fueron capaces de
ir recomponiendo los afectos y el entendimiento, lo que les permitió entender
que sólo en la unidad social y política de las fuerzas populares se podía abrir
una posibilidad para recuperar lo perdido. Así, liderados por Don Patricio
trazaron lo que sería la derrota del Dictador, si odio y sin violencia, con un
lápiz y un papel.
Mi generación es una generación distinta, no solo porque nos
separan más de 6 décadas, sino porque el contexto en que nacimos es muy
distinto, nacimos en los últimos años de la Dictadura, y en los inicios de esta
nueva democracia, por los que los recuerdos de su gobierno se limitan la
experiencia de un niño y a los recuerdos que nos trasmitieron nuestros padres.
Es difícil por lo tanto imaginarnos el país antes del
Gobierno de Patricio Aylwin.
Es difícil entender que existiera un toque de queda que
impidiera transitar libremente y que el derecho de reunión solo pudiera
ejercerse en las iglesias.
Es difícil creer que existiese censura en la música, en los
libros, en la televisión, en la prensa escrita y hasta en las películas que se
podían ver.
Es difícil comprender que la cultura tuviese que darse en la
clandestinidad.
Es difícil imaginar lo que era protestar o siquiera pensar y
expresarse de una determinada manera y tener que temer por ello por nuestras
vidas.
Y es difícil porque nosotros nacimos en un país en donde la
libertad era un derecho garantizado, protegido, resguardado y promovido por una
joven democracia que, al igual que los jóvenes de nuestra generación, ha
crecido: con imperfecciones, pero también con virtudes y que el país en el que
vivimos es hoy mejor gracias al esfuerzo de muchos, que en la diferencia
supieron poner por sobre todo el bien común, una forma de hacer las cosas que
es legado de Don Patricio.
Ese país, antes del Gobierno de Don Patricio, no es el Chile que vivimos.
Para nosotros, como jóvenes, en un mundo hiperconectado y
globalizado, hemos podido conocer su liderazgo por otros medios.
El liderazgo de un hombre que, respaldándose en la soberanía
popular, supo imponerse al dictador vigilante.
El liderazgo de un hombre que amó a su partido y de un
inclaudicable compromiso con su país.
El liderazgo de un hombre que tuvo el coraje necesario para
señalarle a los más acaudalados y afortunados, que no fueran egoístas, que
fueran solidarios; que debían poner su parte para que la deuda social fuera
pagada, porque la patria la construíamos entre todos.
El liderazgo de un hombre que supo pedir perdón, cuando
estimó que era el paso indispensable para avanzar en verdad, justicia y
reconciliación.
Nosotros, los jóvenes chilenos, somos producto de la semilla
que el Presidente Aylwin y la gente que se puso tras su liderazgo sembró en
nuestra tierra. Con su esfuerzo, y su convicción logro que un árbol fuerte y
robusto lograra florecer en un terreno árido.
Para los jóvenes humanistas cristianos, para la Juventud
Demócrata Cristiana, el Presidente Aylwin es un ejemplo de vida: toda una vida
dedicada, desde nuestro partido y sus ideas, a servir al país. Don Patricio
supo tomar decisiones difíciles, y las tomo, en los momentos más complejos,
siempre observando el interés colectivo por sobre el interés particular. Tal y
como lo ha dicho su familia: el ejemplo de don Patricio es un muy difícil de
seguir.
En lo personal, lo que más me conmueve es que ese hombre de
Estado, Profesor y Senador, siete veces Presidente de la Democracia Cristiana y
Presidente de la República, hace unos pocos meses y presentándome tras asumir
la conducción de la JDC y contarle la crisis política de nuestro país, nos haya
dicho “En que puedo yo ayudarles”, si, a sus 97 años mantenía plenamente vigente su compromiso con Chile.
Hoy, despedimos a un gran líder, a un ejemplo a seguir:
camarada, seguiremos su legado, con responsabilidad, con alegría, con ímpetu y
con fuerza. No permitiremos que el trabajo de su vida sea en vano. Solo
esperamos ser dignos continuadores de su legado. En tiempos en que la política
y el servicio público está tan desprestigiado, el testimonio que nos deja constituye una nueva ESPERANZA.
En representación de los jóvenes demócrata cristianos.
GRACIAS DON PATRICIO
Juventud Chilena Adelante!