miércoles, 20 de abril de 2016


Estimadas amigas y amigos, camaradas. Autoridades presentes. Familia Aylwin.

Hoy día nos encontramos enfrentando aquella situación inevitable, la única certeza en la vida de una persona, aquello que sabemos que ocurrirá pero que muchas veces nos negamos a asumir como una realidad, aún después de haberse producido. Ha muerto un hombre bueno y que sin duda ha alcanzado el más preciado anhelo, el de trascender y quedar en la historia, como hermano, padre, abuelo y bisabuelo; como un profesor y académico destacado, como militante comprometido con un partido y con un ideal, y como el hombre que, después de la noche oscura, fue Presidente de todos los chilenos.


Sin duda, la figura del Presidente Aylwin representa una generación distinta a la nuestra, que creció marcada por el anhelo de cambios y transformaciones sociales del pueblo chileno. Fue Presidente de la Democracia Cristiana cuando ésta no vacilaba en la tarea de sustituir el sistema capitalista y que como señalaba su declaración de principios de 1957, se proponía la tarea de liberación humana para impulsar el ascenso de las fuerzas populares tendientes a transformar las estructuras de la sociedad. Fue Presidente de la Democracia Cristiana en pleno Gobierno de Eduardo Frei Montalva cuando la Revolución en Libertad estaba en marcha y era necesario defender lo construido, tanto de quienes levantaban barreras, como de quienes pretendían, dentro y fuera del partido, desconocer lo mucho que se había avanzado sólo porque quedaba mucho por hacer. 
Pero también fue una generación que vivió una creciente confrontación ideológica que llevaría al país a perder la amistad cívica y el camino del diálogo, y como consecuencia inevitable de ello, a perder la democracia misma, el estado de derecho y el sistema constitucional, pero aún más importante, el respeto por la dignidad de cientos de miles de chilenos.
Pero esa generación, no fue por ello una generación frustrada. Los que sobrevivieron a la persecución, a la tortura, a la muerte, a la pena misma de ver a su país sumido en la represión y el desánimo, fueron capaces de ir recomponiendo los afectos y el entendimiento, lo que les permitió entender que sólo en la unidad social y política de las fuerzas populares se podía abrir una posibilidad para recuperar lo perdido. Así, liderados por Don Patricio trazaron lo que sería la derrota del Dictador, si odio y sin violencia, con un lápiz y un papel.
Mi generación es una generación distinta, no solo porque nos separan más de 6 décadas, sino porque el contexto en que nacimos es muy distinto, nacimos en los últimos años de la Dictadura, y en los inicios de esta nueva democracia, por los que los recuerdos de su gobierno se limitan la experiencia de un niño y a los recuerdos que nos trasmitieron nuestros padres.
Es difícil por lo tanto imaginarnos el país antes del Gobierno de Patricio Aylwin.
Es difícil entender que existiera un toque de queda que impidiera transitar libremente y que el derecho de reunión solo pudiera ejercerse en las iglesias.
Es difícil creer que existiese censura en la música, en los libros, en la televisión, en la prensa escrita y hasta en las películas que se podían ver.
Es difícil comprender que la cultura tuviese que darse en la clandestinidad. 
Es difícil imaginar lo que era protestar o siquiera pensar y expresarse de una determinada manera y tener que temer por ello por nuestras vidas.
Y es difícil porque nosotros nacimos en un país en donde la libertad era un derecho garantizado, protegido, resguardado y promovido por una joven democracia que, al igual que los jóvenes de nuestra generación, ha crecido: con imperfecciones, pero también con virtudes y que el país en el que vivimos es hoy mejor gracias al esfuerzo de muchos, que en la diferencia supieron poner por sobre todo el bien común, una forma de hacer las cosas que es legado de Don Patricio.
Ese país, antes del Gobierno de Don Patricio, no es el Chile que vivimos.
Para nosotros, como jóvenes, en un mundo hiperconectado y globalizado, hemos podido conocer su liderazgo por otros medios.
El liderazgo de un hombre que, respaldándose en la soberanía popular, supo imponerse al dictador vigilante.
El liderazgo de un hombre que amó a su partido y de un inclaudicable compromiso con su país.
El liderazgo de un hombre que tuvo el coraje necesario para señalarle a los más acaudalados y afortunados, que no fueran egoístas, que fueran solidarios; que debían poner su parte para que la deuda social fuera pagada, porque la patria la construíamos entre todos.
El liderazgo de un hombre que supo pedir perdón, cuando estimó que era el paso indispensable para avanzar en verdad, justicia y reconciliación.
Nosotros, los jóvenes chilenos, somos producto de la semilla que el Presidente Aylwin y la gente que se puso tras su liderazgo sembró en nuestra tierra. Con su esfuerzo, y su convicción logro que un árbol fuerte y robusto lograra florecer en un terreno árido.
Para los jóvenes humanistas cristianos, para la Juventud Demócrata Cristiana, el Presidente Aylwin es un ejemplo de vida: toda una vida dedicada, desde nuestro partido y sus ideas, a servir al país. Don Patricio supo tomar decisiones difíciles, y las tomo, en los momentos más complejos, siempre observando el interés colectivo por sobre el interés particular. Tal y como lo ha dicho su familia: el ejemplo de don Patricio es un muy difícil de seguir.
En lo personal, lo que más me conmueve es que ese hombre de Estado, Profesor y Senador, siete veces Presidente de la Democracia Cristiana y Presidente de la República, hace unos pocos meses y presentándome tras asumir la conducción de la JDC y contarle la crisis política de nuestro país, nos haya dicho “En que puedo yo ayudarles”, si, a sus 97 años mantenía plenamente vigente su compromiso con Chile.
Hoy, despedimos a un gran líder, a un ejemplo a seguir: camarada, seguiremos su legado, con responsabilidad, con alegría, con ímpetu y con fuerza. No permitiremos que el trabajo de su vida sea en vano. Solo esperamos ser dignos continuadores de su legado. En tiempos en que la política y el servicio público está tan desprestigiado, el testimonio que nos deja constituye una nueva ESPERANZA.

En representación de los jóvenes demócrata cristianos.

GRACIAS DON PATRICIO


Juventud Chilena Adelante!