Estimadas
amigas y amigos, camaradas. Autoridades presentes. Familia Aylwin.
Hoy día nos encontramos enfrentando aquella situación inevitable,
la única certeza en la vida de una persona, aquello que sabemos que ocurrirá
pero que muchas veces nos negamos a asumir como una realidad, aún después de
haberse producido. Ha muerto un hombre bueno y que sin duda ha alcanzado el más
preciado anhelo, el de trascender y quedar en la historia, como hermano, padre,
abuelo y bisabuelo; como un profesor y académico destacado, como militante
comprometido con un partido y con un ideal, y como el hombre que, después de la
noche oscura, fue Presidente de todos los chilenos.